Que pasa ahora con los niños y la falta de autoridad?
Muchos
padres decidieron ser amigos de sus hijos en lugar de padres. Ahí
empezó el desastre. Han ignorado las normas de educación infantil
heredadas y educan a sus hijos de acuerdo a su intuición y a ideas
frívolas sin fundamento alguno.
Un
estudio de la UAM Iztapalapa comparó cuántas horas duermen los niños
mexicanos, los españoles y los alemanes de entre 5 y 12 y los resultados
no favorecen a los nuestros. Mientras los niños europeos duermen de 10 a
11 horas diarias, los nuestros duermen entre 7 y 9.
El
estudio demuestra que la falta de sueño afecta el crecimiento del niño,
sus hábitos alimenticios, su desarrollo intelectual e, incluso, su
peso.
La autora de la investigación, Yoaly Arana Lechuga, asegura que no
dormir lo necesario repercute en la capacidad intelectual, en la
atención y en el desarrollo del niño. O sea, un niño mal dormido tiene
más problemas en el colegio de los que tendría si durmiera bien.
Ése
es uno de los cambios dañinos hechos por la actual generación de papás,
la más sobreprotectora en nuestra historia. (Toda generalización es
injusta, pero digamos que se trata de la mayoría de papás en cualquier
estrato social).
Antes
los niños cenaban, se bañaban y se iban a dormir. La hora variaba un
poco con la edad, pero la mayoría de los cuarentones actuales se dormían
a las 8:30 PM, a más tardar. Y despertaban alrededor de las 6:30 AM, o
sea, dormían 10 horas.
Sin
embargo, esa generación decidió en algún recodo del camino, educar con
más libertad a sus propios hijos y eliminó la restricción de la hora de
dormir entre semana o durante el fin de semana. Que se duerman cuando
quieran.
¿Resultados?
Una lucha cotidiana por dormirlos a las 11 o 12 de la noche, niños
malhumorados por las mañanas, aumento de quejas en los colegios porque
están cansados e irritables y papás repelando, pero resignados a este
nuevo modo de ser; no es fácil meterlos al orden cuando lo desconocen.
Antes
dormíamos a los hijos contándoles un cuento y a algunos, rascándoles la
espalda. Ya no; ahora la televisión y todos los juegos electrónicos se
han convertido en nanas que pegan, por horas, a los niños a una pantalla
y sólo cuando caen agotados, son llevados a la cama.
El
gran error de los padres educadores “en la libertad” es que ignoran
algo esencial: los niños no entienden qué es la libertad y, menos, que
ésta exige defender nuestros derechos, pero también cumplir con nuestras
responsabilidades.
La
National Sleep Foundation y la Academia Americana de Pediatría
recomiendan retirar la tele de sus recámaras, no dejarlos que lean, vean
o escuchen algo que los inquiete, atemorice o estimule antes de dormir y
limitar el tiempo frente a la televisión o los juegos electrónicos a
una o dos horas, como máximo.
Esta
generación de padres decidió eliminar la disciplina de la vida de sus
hijos “para que no se traumen”. Por eso, entre otras cosas, los dejan
comer cuando se les da la gana, en donde se les da la gana y sólo lo que
se les da la gana.
Antes
comíamos en una mesa, lo que nos servían y nos levantábamos sólo al
terminar de comer. Ahora comen en la cama, frente a la tele o en el
comedor y por etapas: dan una mordida a la pizza, se van a jugar,
regresan a dar otra mordida y se vuelven a ir. Por eso tienen hambre a
deshoras y problemas digestivos de adultos.
Los
nuevos papás han eliminado la cortesía y el respeto de la vida de sus
hijos: los dejan entrar y salir de donde sea, no saludan, gritan y
desobedecen a sus padres que todo lo aceptan “porque son niños”.
Estos
padres llegan al colegio a decir: “A mi hijo nadie le puede llamar la
atención, sólo nosotros”. (¿Para qué los inscriben, entonces, en donde
se les debe acompañar en su desarrollo y para eso es necesario, a veces,
llamarles la atención?)
Esta generación de padres confunde, absurdamente, el autoritarismo con la autoridad.
Si el autoritarismo es un abuso, la autoridad es una necesidad esencial
para la educación, de nuevo, porque los niños no tienen idea de lo que
está bien y de lo que está mal.
Ojalá
los papás recordaran que esos niños y adolescentes exigentes,
caprichosos y desvelados serán los líderes de mañana y necesitan más
sueño, disciplina y autoridad para ser educados.
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